Caminando por la calle un día al pasar por un espejo no se vio o mejor dicho no se reconoció, se detuvo…analizó la imagen, saludó a esa persona… y se rió de sí misma, fue una gran carcajada, una burla sana, liberadora y espontánea.
Vio ese disfraz de pesimismo, de egoísmo, ese pesado traje que la hacía ir gacha por la calle y ver solo lo cerca que estaba del suelo, al ver su sonrisa en el reflejo, se perdonó a sí misma por esa etapa, se sintió como una mujer madura que disculpa a esa joven inexperta a la que le dio miedo vivir; enderezó su postura,levantó el mentón y siguió caminando liviana, altiva por la calle, su mente despejada aceleró ideas positivas, soluciones rápidas, propósitos nuevos,fue como quien corre tras un tren que va a la velocidad perfecta, una velocidad que acelera el corazón, que agita la respiración y te permite creer que es posible subir y viajar en él, sin tener muy claro a dónde vas, pero con la ilusión intacta y la fortaleza de saber que haces lo que te gusta, lo que te mueve desde dentro,con una sonrisa permanente y la voluntad para ver cada situación con un velo de optimismo; se sintió fuerte, vital, capaz de todo, entonces, consiguió ver todas esas manos que se agitaban desde el tren para ayudarla a subir y decidió…
¡Correr con más fuerza!
Autor: Catalina Pineda
Instagram: @Katateo